También recuerdo excursiones
y convivencias en las que lo importante era desarrollar la
socialización, crear vínculo de grupo y confianza entre los compañeros, además
de desarrollar nuestra autonomía.
En primaria para estudiar las hojas en otoño nos pidieron que
buscáramos con nuestras familias hojas de diferentes tipos y diferentes
árboles, para llevarlas a clase, enseñarlas a los compañeros y compañeras y así
explicar su origen y sus características; creo que esta ha sido casi la única
experiencia de aprendizaje a
través de la propia práctica que he tenido en la etapa
primaria, ya que por lo demás, la situación diaria era estar todos los alumnos
atendiendo sentados de cara al profesor, que daba la explicación desde una
tarima, detrás de la mesa y dictada de en libro.
El resto de compañeros han
leído sus experiencias, ¿qué tenían en común todas las experiencias contadas?
Creo que las experiencias positivas que más nos ha marcado han
sido las actividades
prácticas de investigación que se posibilitaban en las aulas, de las que aprendíamos
por nosotros mismos,
y en las que participábamos con motivación de los profesores, que
confiaban en nuestra capacidad para hacer las tareas y aprender de ellas.
Todas estas experiencias contadas eran, además de actividades prácticas, cooperativas,
emocionales y divertidas, es decir, cosas que atraen a los niños pequeños, por lo que
tiene toda la lógica que fueran las actividades que más nos marcaran y de las
que más aprendizajes hemos sacamos.
Reflexionando sobre nuestras experiencias podemos valorar como
deberían ser las prácticas educativas en la escuela infantil y primaria, para
que funcionaran de manera adecuada: que transmitieran conocimientos que perduraran en el tiempo, y
que se posibilitara a los niños y niñas desarrollar la autonomía y la capacidad
de elección, que aprendieran a ser críticos con cada aprendizaje; y así alcanzar la felicidad desarrollándose
adecuadamente tanto personal como socialmente.
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