jueves, 28 de noviembre de 2013

Práctica 3. Frankenstein educador

 
El capitulo tres del libro plantea una perspectiva para plantear la educación como técnica que posibilita situaciones y experiencias para los niños y niñas, donde sean agentes de su propio aprendizaje, con los docentes como guía, ofreciéndoles toda libertad en su desarrollo; es por esto que estamos totalmente de acuerdo con esta manera de educar, a través de la práctica, ya que la consideramos la mejor manera de que el alumnado aprenda a llevar sus conocimientos adquiridos a la práctica, y así ser capaces de valorar y criticar sus aprendizajes.
Casi sin poder evitarlo, los docentes trabajan haciendo lo que consideran mejor para los demás, pero nunca debemos olvidar las necesidades y el ritmo de desarrollo de cada sujeto; este proceso de pensar por los demás debe durar lo menos posible, formando personas capaces de pensar por sí mismos y discriminar todo tipo de conocimientos para crear el suyo propio. Para ello el educador debe abrir las puertas a los conocimientos culturales básicos, que nadie tiene de manera innata, pero que se necesitan para el desarrollo de cada persona y su formación como ciudadanos.
Nosotras como pedagogas debemos conseguir que el alumno se construya y adquiera nuevos conocimientos para saber desenvolverse en su sociedad, y adquirir conciencia de responsabilidad sobre sus aprendizajes, sin causar ningún efecto negativo durante el proceso de enseñanza.
Concluimos este debate, surgido a raíz de la lectura del libro Frankenstein Educador [MEIRIEU, P. (1998): Frankenstein educador. Barcelona, Laertes.], exponiendo la idea del educador como guía, transmisor y posibilitador de aprendizajes, que luego cada persona integrará en su conocimiento de una manera diferente, y que esto se consiga a través de una educación individual, libre y alejada de la reproducción social.
Somos conscientes de que esto conlleva una gran dificultad: evitar manipular e influenciar a las personas para no caer en la fabricación; y la pedagogía debe estar presente siempre en este proceso tan duradero como la vida, entendiendo así la educación como proceso vital y no como producto.

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