Con la llegada de esta nueva ley, la educación del futuro se
convertirá en la educación del pasado. Es inconcebible pensar que ideas tan
sólidas como la importancia de la Educación Infantil o el fomento de la
diversidad cultural y la inclusión se pongan en duda.
El progreso de la educación no se puede basar en los
resultados obtenidos a través de
constantes evaluaciones o exámenes que pongan a prueba al alumnado, pues lo
único que así se consigue es entender esta educación como un contenido
necesario para obtener una nota que permita ser mejor que el compañero que
tenemos al lado. No se puede basar, por tanto, en la competitividad y mucho
menos seguir fomentándola.
Lo que se está consiguiendo o, desde mi punto de vista, ya
se ha conseguido es como bien dice Francesco Tonucci, ofrecer a todos una escuela para pocos” cuando el derecho a una educación y a una
formación, a día de hoy, es una guerra que se ganó hace mucho tiempo.
Pero… ¿Realmente es esto lo que queremos en el futuro de
nuestra sociedad y de nuestras vidas? ¿Realmente queremos una educación que en
lugar de convertirnos en mejores personas y profesionales más capacitados, nos
lleve a regirnos únicamente por lo que la sociedad capitalista ha impuesto como
objetivo de la educación? Si es así nunca lograremos el verdadero objetivo de
ésta, la felicidad; esa felicidad que nos proporciona ser aquello que queremos
ser y vivir de lo que nos apasiona.
Por ello, debemos defender todo aquello que la nueva ley
intenta entorpecer. De no ser así, todo lo que ya se había conseguido volverá a
formar parte del pasado.
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